Sunday, June 05, 2016
Decía Thomas Mann :
"En el año 1865 Nietzsche, que entonces tenía veintiún años, cuenta a su amigo de estudios Paul Deussen ( el que luego sería famoso sanscritista e investigador del Vedanta ) una historia extraña.
El joven había hecho solo una excursión a Colonia y había contratado allí los servicios de un criado para que le enseñase las cosas dignas de ver que hubiera en la ciudad.
Esto dura toda la tarde, y al final, ya al anochecer, Nietzsche pide a su guía que le enseñe un restaurante recomendable.
Pero aquel tipo, que para mí ha asumido la figura de un mensajero siniestro, lo conduce a una casa de prostitución.
El adolescente, un adolescente que era puro como una muchacha, un adolescente que era todo espíritu, todo erudición, todo timidez piadosa, se ve rodeado de pronto, asi dice él mismo, por una media docena de figuras vestidas con lentejuelas y con gasas, que clavan en él sus ojos llenos de expectación.
Atravesando por en medio de ellas aquel joven músico, filólogo y venerador de Schopenhauer, camina instintivamente hacia un piano que advierte en el fondo del diabólico salón y en el que él ve ( son sus palabras ) "el único ser dotado de alma entre aquella gente", y toca algunos acordes.
Esto elimina su hechizo, libera su estupor, y Nietzsche sale fuera a la calle, consigue huir.
Al dia siguiente Nietzsche cuenta esta experiencia vital a su camarada, y sin duda se la cuenta entre risas.
Pero no tenía consciencia de la impresión que había causado en él.
Era nada más y nada menos que eso que los psicólogos llaman un "trauma", una conmoción.
Y el hecho de que esa conmoción repercuta en él de modo creciente, y no vuelva a abandonar su fantasía, testimonia la receptividad del santo para el pecado.
En la cuarta parte de "Así habló Zaratustra", veinte años más tarde, encontramos en el capítulo titulado "Entre hijas del desierto", una poesía orientalizante cuyos chistes horribles delatan, con su torturada falta de gusto, una sensualidad mortificada, los problemas de esa sensualidad, cuando las inhibiciones ya han quedado aflojadas.
En esta poesía, que trata de las "queridísimas amigas y muchachas-gato Dudú y Suleica" y que es una ensoñación erotica de un humorismo penoso, aparecen de nuevo, continúan estando allí las "falditas de encaje, ondeantes como un abanico" de aquellas muchachas de Colonia dedicadas a la prostitución.
Las "figuras vestidas con lentejuelas y con gasas" de entonces han servido manifiestamente de modelo a las deliciosas hijas del desierto.
Y desde éstas es muy poco el tiempo que queda, sólo cuatro años, para llegar a la clínica de Basilea, en la que el enfermo declara que, en años anteriores, había contraído por dos veces la sífilis.
La historia médica de Jena señala que la primera vez que ocurrió ese infortunio fue en el año 1866.
Es decir, un año después de haber huido de aquella casa de Colonia Nietzsche vuelve, sin guía diabólica esta vez, a un lugar de ésos y contrae ( algunos dicen que a propósito, como autopunición ) aquello que desgarrará su vida, pero que también la elevará a alturas enormes; sí, contrae aquello de lo que brotarían efectos seductores, en parte afortunados, y en parte fatales, sobre toda una época.
Lo que insista a Nietzsche, pasados unos pocos años a abandonar su puesto universitario en Basilea es una mezcla de enfermedad creciente y de afán de libertad.
En el fondo ambas cosas son lo mismo."